miércoles, 17 de octubre de 2007

tutti matti



Antes de empezar aviso que voy a hablar de mi perro. Ya sé cómo es la historia, conozco cantidad de gente que tiene perro y cantidad de gente que no tiene y puedo decir con tranquilidad que es un asunto que abre las aguas. Por eso aviso antes de empezar, porque sé que los que no tienen ni tuvieron nunca tienen corazones de piedra y se aburren, no entienden, se les escapa de su comprensión que alguien pueda amar a un bicho que camina en cuatro, caga en el piso y te chupa la cara. Solo a modo informativo: sí, se puede amar a uno de esos.

Mi vieja es bien bichera. Mi papá no. Mi papá era de esos a los que no se les mueve nada cuando un perro se les acerca y les mueve la cola y les da un besito en la mano. Mi mamá no, mi mamá todo lo contrario. Mi mamá es de pocos amores, pero bien intensos. Así tal cual es su historial bichero. Con caballos, vacas, perros, gatos y ovejas siempre fue igual. La diferencia fundamental entre mi mamá y mi papá es que en la casa de mi mamá siempre hubo perros y en la de mi viejo no. O no, miento. Una vez en lo de mi papá hubo un perro que mi abuela levantó de la calle. lo tuvo escondido un tiempo -y con un tiempo digo un par de días- para que mi abuelo no se diera cuenta porque aparentemente mi abuelo era profundamente canofóbico, aunque yo en el fondo pienso que si fue asi la cosa fue más bien porque mi abuela tiene un profundo deficit de madurez.
Cuando mi mamá tenía 17 una tía vieja le regaló una perra dálmata que se llamaba Sasha. Sasha era una perra bien bian, de pedigree y todo el chiche. Sasha en realidad se llamaba Sandra, pero no había modo de que a mi vieja le gustara ese nombre, y como a caballo regalado no se le miran los dientes, no se lo cambió sino que se lo retocó un poquito.
Sasha vivió muchísimos años. Hay fotos de mi hermana mayor con ella, echada, gorda y vieja, pero ella al fin. No sé si mi otra hermana alcanzó a conocerla, pero es posible que todas menos yo hayan tenido el inigualable gusto de conocer al primer gran amor canino de mi madre.
Cuando se murió Sasha mi mamá ya no quiso saber más nada con perros. A ella le siguió una serie de mascotas como tortugas, canarios, peces y conejos, todos los cuales tuvieron trágicos finales incluyendo una persiana guillotina. Lo cierto es que ninguno de estos bichos fueron mascotas de verdad porque, bueno, seamos honestos, estos bichos no son mascotas de verdad. Después de un tiempo mi mamá finalmente se decidió y dijo que para su cumpleaños de ese año -92- quería un perro. Ya sabía la raza pero aparentemente entre pendeja mocosa -yo- y la inminencia del verano, decidieron postergar la búsqueda hasta principios del año siguiente. Ese verano fuimos a Pinamar, como siempre, y, como siempre por aquel entonces, íbamos al hípico. Ese verano cuando fuimos nos encontramos dos cachorritos que habían llegado juntos solos delgados sarnosos. Una era negra y grande y el otro era marron clarito y chiquito. Fue amor a primera vista, les juro. Y miren que el perro era bien feo, no tenía pelo, tenía garrapatas y era realmente insoportable. Se quedó un tiempo más en el hípico y despuñes lo llevamos a vivir con nosotros. No voy a decir nada conmovedor sobre cómo te cambia la vida tener un perro sencillamente porque no conozco la vida sin uno de estos. Ese verano yo tenía 3 años para 4 y él tenía 2 o 3 meses. Hoy yo tengo 19 y él -que ahora está en mi falda- 15.
En estos últimos meses mi perrito envejeció un montón. Este año no fue fácil para nadie, para él tampoco. Con los meses dejó de jugar, dejó de salir a pasear, empezó a vomitar muy seguido, ya casi no ladra, gruñe poco y si le hago upa no me tarasconea. Mi perro nunca fue tan bueno, pero ahora está viejo y lo único que quiere es que le rasques la panza y le des pollo con cansancrem, así no más. Mi viejo lo cuida como si fuera de cristal y mi mamá lo trata como si fuera minusválido. Todo el tiempo los escucho teorizar acerca de la conducta del perro, de cómo darle la comida, de qué mimos prefiere, de cuándo cuánto y cómo conviene sacarlo, de si come tierra pasto o arena, de si hoy miraba así, de cómo trotaba si trotaba de cómo movía la cola si la movía o si hubo que encerrarlo porque se puso como loco cuando entró el plomero.
Todo en mi casa gira en torno a este perrito, es como si fuera un bebe nuevo, una novedad, no sé. Mi vieja ya lo da por muerto y mi papá no. Mi papá dice que está viejo, que el perro está viejo y deprimido y mi mamá dice que esta viejo, sí, que está viejo y moribundo. Mi mamá dice que mi papá no cuenta todo lo que le dice el veterinario y mi papá dice que no puede hablar con ella del tema porque se pone fatalista y no hay con qué darle (-es cierto-). Mientras el perro hace la suya, se sube a las camas como siempre, mea en cualquier lado como siempre, afana comida, como siempre, revisa mi cuarto, como siempre. Yo digo que si se tiene que morir que se muera, no es novedad eso, todos nos vamos a morir eventualmente tarde o temprano, total, mientras está vivo vive y en realidad es sólo eso lo que me compete.

4 comentarios:

r dijo...

Que hermosa relacion. Que privilegio el tener un animal desde tan joven y crecer juntos. Son como Bucefalo y Alejandro. Cuando se muera hagale una enorme pira y funde una ciudad.
Yo tambien tengo un perro. No quiero que se muera. Me puse triste. El ronca, mientras.

angeles dijo...

Yo ya estuve muy triste pensando en que se iba a morir, pero no tiene sentido adelantarse ni sufrir tanto por la murte. Lo que me importa es que hasta que se muera va a estar vivo.

Anónimo dijo...

Uno se encariña con las mascotas...a mi me cayó un gato a casa hace unos años y acá está dando vueltas....y sí, uno se encariña.
Está bien, está bien, sé que es un bicho distinto etc etc etc pero a los fines del post es lo mismo: entiendo lo que es.

chicoverde dijo...

oh, cuando naci mi padrino me regalo (en realidad le regaló a mis hermanos) un cachorro de dálmata. Sultán. Él cumplía en enero y yo en abril, simpre la misma cantidad de años, por supuesto.
Cuando tenía 13 más o menos murió. Era gordo con patas flaquitas, se asustaba de las moscas pero cazaba pájaros y siempre estaba echado en la puerta del fondo que da al comedor esperando que le tires algo que comer y presumir lo bien que atajaba con la boca.
Ahora tengo dos cockers, un macho (Zeus) y una hembra (Sofía), de 7 y 9 años. Junto con Sultán también tuve una ovejero alemán (She-ra) que fue lo más, un perro super obediente y hermoso.

Yo tampoco sé lo que es vivir sin perro, los mios son el centro de la vida doméstica.

pd: ayer conocí el cachorro beagle de mi hermano y me mordió todo