miércoles, 5 de septiembre de 2007

inexperta en comportamiento animal

Se apareció de la nada y apoyó sus manos en mi falda, como lo hace siempre que quiere algo, cualquier cosa, un mimo, comida, juego, lo que sea. Pero estaba excitado. Tenía una especie de espuma en la boca. Pensé que el cochino había estado comiendo y había quedado sucio, pero no, era diferente, ¿será agua? no sé. Me hizo seguirlo, me quería decir algo. Siempre quieren decir algo los animales y nunca puedo entenderlos, los humanos somos una especie bastante limitada en materia comunicativa. Tenía las orejas tiesas, la cola entre las patas. Llorisqueaba. Caminaba histérico por toda la casa, me miraba y me miraba y seguía caminando, a veces en círculo, otras alrededor de la casa. Intenté calmarlo y no pude. Me asusté un poco. Llegué a pensar que tal vez estaba viendo un fantasma o alguna una de esas cosas que no me copan para nada, menos cuando estoy sola en mi casa. Lo alcé, lo llevé al sillón. Me obedeció un rato pero después bajó y siguió su derrotero como borracho o más bien como pasado de azúcar o de cocaína. Primero llamé a mi papá. Me dijo que llamara al veterinario. Lo llamé y no atendía. Volví a llamar a mi papá, me dijo que ya venía para casa. Llamé de vuelta al veterinario, le expliqué, me dijo que lo sacara a que levantara la patita. Fue horrible. Estaba tieso, no se movía. Hizo un pis y me empezó a mirar de vuelta, lo toqué y temblaba. Lo llevé de vuelta a mi casa, volví a llamar al médico y me dijo que fuera a la veterinaria X. Lo llevé en taxi. El médico estaba operando asique tuvimos que esperar un ratito. Llegó mi papá, lo alzó y se empezó a ablandar. El médico lo atendió, le dio una inyección a él y unas indicaciones a nosotros. El perro ya estaba como Lázaro. Volvimos caminando los tres y paró en cada bolsa de basura, como hace siempre. Cuando llegamos saltó a mi cama y se empezó a resfregar por todos lados, como hace siempre. Después empezó a hinchar para que le de comida, como siempre. Volvió a la rutina victorioso, como siempre que vuelve de la muerte. Igual está viejo y los años empiezan a pesarle, tiene la espalda más rígida que antes, como arqueada, la cola caída y la cara más blanca. Pero lo que más triste me pone es no poder hablarle, o más bien, no poder entenderlo. Y más, mucho más cuando lo que me quiere decir es que está sufriendo.

5 comentarios:

Mixmi dijo...

Hola!
Me encantó tu blog!
Estoy con vos con el amor al can...

r dijo...

Pobre perro. Cuando el mio muera voy a sufrir mucho. Pobre perro. Pobre dueña. Pobre Angeles.

Anónimo dijo...

creo que te manejaste muy bien ángeles. la situación era un tanto angustiante pero tuvo final feliz gracias a tu pericia.
Saludos,

r dijo...

Esto se llena de gente. Ahora no me siento tan especial.

Yoshimi dijo...

Ri, siempre será el primero